A orillas del Río Neva, San Petersburgo
es mi foto favorita. la luz. la atmósfera. ese quéseyo enorme que irradia.
un regalo al blog, por cumplir un centenario postero.
A orillas del Río Neva, San Petersburgo
es mi foto favorita. la luz. la atmósfera. ese quéseyo enorme que irradia.
un regalo al blog, por cumplir un centenario postero.
Cuando viajamos, creo que una de las cosas más importantes no es visitar los principales monumentos, ni los museos, ni los restaurantes que todos recomiendan. Cuando viajamos necesitamos de las personas que habitan los lugares para atraparlos realmente y sentirnos como si estuviéramos en casa. Así es como nos hizo sentir Shore (o Filipe Costa, si lo preferís, de un modo más formal) cuando Adriana y yo nos quedamos en su casa.
Y qué decir. Una experiencia que comenzó por casualidad, porque conectamos con él a través de la página de alojamiento global y solidario Couchsurfing a última hora (nunca confiéis en los trenes portugueses) se convirtió en uno de los mejores días que pasé en el país luso cuando fui en Semana Santa. ¿Y por qué?
Cuando alguien es buen anfitrión, creo que hay que reconocerlo. Desde el primer momento Shore nos dio “las llaves de su Reino”, y todo ello con una única condición: que al marcharnos, teníamos que decorar la pared de su cocina, donde muchos otros viajeros como nosotras habían dejado ya su huella.
Mientras cocinábamos, leímos todo aquello que le habían escrito antes y de los comentarios manaba una verdadera compenetración con Shore. Nostras también queríamos vivirlo. Y le dejamos que nos preguntase y nos introdujera en su rutina poco a poco, primero con una magnífica comida, el primer y más delicioso Bacalhau a Bras que he probado nunca, con ese sabor salado que solo da el verdadero océano, acompañado de una bebida regional que ahora está en el Top 10 de nuestras favoritas, la Amendôa Amarga con zumo de limón, un licor con un cierto sabor al Amaretto más italiano que nos hizo chuparnos los dedos.
El pacto era que si me gustaba, me daría la receta! Y la tengo 🙂 casera casera!
de garito en garito por Braga ( love Super C/Bock)
Creo que Shore era una de esas personas que merece la pena conocer. No sé por qué, siempre me pasa, simplemente son personalidades que causan reacción en mí porque entrañan un misterio que no deja descubrirse. Y cuando nos llevó a ver uno de los santuarios sobre las colinas de Braga durante la noche, desde donde se veía la ciudad entera inmersa en un resplandor dorado no pude evitar pensar que todo lo que nos ofreció Shore aquel día, en las profundidades de un Portugal antiguo que ha escapado del tiempo, era mucho más que lo que nos damos entre amigos día tras día, porque nos descubrió un secreto entre la ciudad y él que no creo que le cuente a cualquiera. Nos mostró Braga desde el cielo, y ahora yo le recompenso subiéndole al pódium de mis experiencias couch.
En todo caso, la experiencia con Shore fue inigualable, y me anima mucho a continuar buscando personas por ahí que me descubran, si no con un mirador alucinante con cualquier otra cosa, los secretos del mundo.
Y para recordar:
– La cara de Adriana y mía cuando subíamos al santuario, y Shore nos contaba de qué versan sus canciones pero no nos quería decir dónde íbamos (¿no lo he mencionado? Shore es el vocalista de un grupo de heavy metal llamado The Ransack. ¡Descubridlo!)
– La hamaca en la terraza, todo un lujo asiático colgado de un noveno piso.
– Los paseos por Braga, de noche, en busca de algún bar que quede abierto y donde suene buen rock (solo me viene a la mente escuchar bastantes veces The Lost Art of Keeping a Secret, de Queens of the Stone Age).
– Y los ya mencionados: el bacalhau, el mirador, la amendôa amarga. Y que directamente, cuando entro en un bar, me pongan una de mis canciones favoritas: Feeling Good, de Muse.
¡Espero que volvamos a vernos! Y si no, ¡siempre quedará la foto couch, un básico de todo viaje que se precie!
Como él ya se había ido a escalar…le dibujamos!
Algunas fotos de nuestra visita a Braga…
El famoso Santuario sobre la montaña
Una de las fuentes de Braga. La ciudad estaba llena de procesiones y símbolos religiosos en el Domingo de Ramos.
Muy mala calidad pero muy buenos recuerdos. Braga al fondo.
Un espectáculo de Capoeira digno de ver. Estuvimos pasmadas una hora mirando sin parar
Un altar al hedonismo en un noveno piso
Próximo destino: Vietnam, Filipinas e Indonesia. Si alguien quiere compartir una tarde, un café o un sofá por esos lares…yo encantada!
Y si te ha gustado, compártelo, suscríbete, dale al Me Gusta…Esas cosas de Internet 🙂
M.
Destino decidido. Frente a la incertidumbre, lo hice: compré mi billete de avión, sin vuelta, a Vietnam a principios de julio. Voy sin rumbo, en un viaje espontáneo y en solitario que no sé qué va a depararme ni dónde voy a terminar. Lucho contra la incertidumbre con más incertidumbre.
Por el momento, preparándolo todo: el salto a Filipinas, para coincidir con mis viajeras favoritas, los visados a Vietnam, Camboya y ¿por qué no? Indonesia, hacer que la mochila pase de 17kg a 8kg, revacunarme otra vez, encontrar el cuaderno adecuado para tardes de monzón y humedad maldita… El viaje ha comenzado, aunque aún falten dos meses. Mi mente ha empezado a caminar sin mí.
Y todo esto (todo este viaje, periplo, paseo por la montaña, saltar de isla en isla) tiene un nombre. Se llama Mares del Sur.
Si quieres recibir todas las aventuras por los Mares del Sur directamente en tu mail, Suscríbete! en la barra de la derecha o sigue a Hey Hey World en Facebook o Twitter!
Quietud. Silencio. Tronar de olas en el cielo. Sobre el mar de plata que es la superficie del Lago Phewa, se refleja la montaña doblándose sobre sí misma, como una presencia siempre visible. Es imposible librarse de su magnitud: se extiende en todas direcciones. Es la protagonista de Pokhara, de Nepal, de su propia historia. Y de la nuestra, mientras permanecemos en esta ciudad, cobijadas por ella, al abrigo de este Himalaya inmenso y nosotras tan minúsculas como átomos cristalinos.
El Lago Phewa despierta con el monzón que corre cielo abajo. Sus salpicaduras rompen el reflejo, lo emborronan, terminando con la simetría perfecta. Las barcas de colores aprietan la marcha: han de volver a tierra. En el centro del lago, se erige un islote y en él, las palomas permanecen mudas mientras cae el agua, al abrigo del templo Barahi, donde los sábados los fieles acuden para ofrecer sacrificios animales a Ajima, diosa protectora que representa la fuerza femenina.
Cuando se agota la lluvia, cogemos una barca y cruzamos el lago. Al otro lado, nos dicen, es donde la comunidad hippie que aún pervive en Pokhara esconde sus secretos, desde que durante los años sesenta esta ciudad se convirtió en una de las mecas de la búsqueda espiritual de occidente. Queremos que nos enseñen a fabricar su hachís.
El Lago Phewa. Al fondo, un invisible Himalaya se esconde entre las nubes
Con hojas de marihuana todo es posible, parece ser. Uno de los chicos, rodeado por sus perros blancos de nieve, frota entre sus manos las hojas, hasta que una sustancia pegajosa se va adhiriendo a ellas. Con aceite se rasca las palmas de las manos, para sacar los restos marrones. Et voilá! Handmade 100%. Y nunca mejor dicho.
Horas para fabricar un gramo de hachís puro. Si la marihuana creciera en Madrid como en Nepal esto sí sería un deporte nacional y no los toros.
«El manitas»
Vestigios de los tiempos en los que Pokhara era cuna de la comunidad hippie occidental.