Reflexiones viajeras

Cadena de favores o SMILE-zándome

Queridos amigos: confieso que uno de esos raros y extraños pequeños placeres de la vida que tanto nos gustan a todos es la música en directo. Aunque nunca lo haya oído antes o no sea el estilo que más me complace, lo doy todo. Seré una groupie de mayor, estoy segura. Y bueno, ¿qué mejor que ocho horas de música interrumpida en un cálido día de verano adelantado? Pues que encima descubras un montón de grupos con mogollón de vida a los que empezar a seguir.

Por eso cuando el cantante de Smile nos pidió a todos los presentes que continuásemos con la cadena de favores y le hablásemos bien de ellos a nuestros amigos, no lo pensé ni un minuto. Me gusta la idea: una cadena de voces a través de la cual vayamos pasando un mensaje de felicidad de unos a otros. Porque si sobre el escenario hay algo que vi en el conciertazo de estos chicos es que realmente se lo estaban pasando en grande, lo disfrutaban y, por ende, todos los presentes lo disfrutábamos con ellos.

Un toque a lo Jack Johnson, dijeron al presentarles. Sí, se reconoce fácilmente. Jack es otro músico feliz. Y un pequeño detalle: la última canción, Oh La, La, versionando a The Faces fue súper auténtica y los cinco integrantes de la banda nos demostraron que cantan de lujo (podéis escucharles un poquito más abajo)

Así que, misión cumplida. Yo empiezo una de las cadenas de favores que harán que pronto Smile esté tocando en los escenarios del mundo entero. Si no sueñas, no ganas. Esperemos, al menos, que sigan tocando en Madrid para que podamos verlos otra vez.

Para que les conozcáis un poquito:

http://www.facebook.com/smilegetxo

http://www.myspace.com/johnfrankssmile

La foto la he tomado prestada de su MySpace 

Y para terminar, reiterar lo geniales que son los CorizonasXoel López, que lo rompe con su último disco, Atlántico, más cotidiano que nunca y más Xoel que nunca también. Una alegría de tarde de primavera en el escenario de la Casa de Campo, ayer, en Universimad 2012.

Y para darle un toque al post, hagamos que esta vez sea musical:

Smile, con todos vosotros:

Aquí, versionando a los Faces en otro concierto. 

Esta vez en la sala Galileo Galilei de Madrid. A ver si hacen otro así pronto.

Y Corizooooonas

Como se lo curraban en el concierto. Con esas barbas mágicas 🙂 

Nota: Si lo compartes, estarás automáticamente entrando en esta cadena de favores. ¡Quién sabe hasta dónde podemos llegar!

M.

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Vivir Couchsurfing: una noche con Shore en Braga

Cuando viajamos, creo que una de las cosas más importantes no es visitar los principales monumentos, ni los museos, ni los restaurantes que todos recomiendan. Cuando viajamos necesitamos de las personas que habitan los lugares para atraparlos realmente y sentirnos como si estuviéramos en casa. Así es como nos hizo sentir Shore (o Filipe Costa, si lo preferís, de un modo más formal) cuando Adriana y yo nos quedamos en su casa.

Y qué decir. Una experiencia que comenzó por casualidad, porque conectamos con él a través de la página de alojamiento global y solidario Couchsurfing a última hora (nunca confiéis en los trenes portugueses) se convirtió en uno de los mejores días que pasé en el país luso cuando fui en Semana Santa. ¿Y por qué?

Cuando alguien es buen anfitrión, creo que hay que reconocerlo. Desde el primer momento Shore nos dio “las llaves de su Reino”, y todo ello con una única condición: que al marcharnos, teníamos que decorar la pared de su cocina, donde muchos otros viajeros como nosotras habían dejado ya su huella.

Mientras cocinábamos, leímos todo aquello que le habían escrito antes y de los comentarios manaba una verdadera compenetración con Shore. Nostras también queríamos vivirlo. Y le dejamos que nos preguntase y nos introdujera en su rutina poco a poco, primero con una magnífica comida, el primer y más delicioso Bacalhau a Bras que he probado nunca, con ese sabor salado que solo da el verdadero océano, acompañado de una bebida regional que ahora está en el Top 10 de nuestras favoritas, la Amendôa Amarga con zumo de limón, un licor con un cierto  sabor al Amaretto más italiano que nos hizo chuparnos los dedos.

El pacto era que si me gustaba, me daría la receta! Y la tengo 🙂 casera casera! 

 de garito en garito por Braga ( love Super C/Bock)

Creo que Shore era una de esas personas que merece la pena conocer. No sé por qué, siempre me pasa, simplemente son personalidades que causan reacción en mí porque entrañan un misterio que no deja descubrirse. Y cuando nos llevó a ver uno de los santuarios sobre las colinas de Braga durante la noche, desde donde se veía la ciudad entera inmersa en un resplandor dorado no pude evitar pensar que todo lo que nos ofreció Shore aquel día, en las profundidades de un Portugal antiguo que ha escapado del tiempo, era mucho más que lo que nos damos entre amigos día tras día, porque nos descubrió un secreto entre la ciudad y él que no creo que le cuente a cualquiera. Nos mostró Braga desde el cielo, y ahora yo le recompenso subiéndole al pódium de mis experiencias couch.

En todo caso, la experiencia con Shore fue inigualable, y me anima mucho a continuar buscando personas por ahí que me descubran, si no con un mirador alucinante con cualquier otra cosa, los secretos del mundo.

Y para recordar:

–        La cara de Adriana y mía cuando subíamos al santuario, y Shore nos contaba de qué versan sus canciones pero no nos quería decir  dónde íbamos (¿no lo he mencionado? Shore es el vocalista de un grupo de heavy metal llamado The Ransack. ¡Descubridlo!)

–        La hamaca en la terraza, todo un lujo asiático colgado de un noveno piso.

–        Los paseos por Braga, de noche, en busca de algún bar que quede abierto y donde suene buen rock (solo me viene a la mente escuchar bastantes veces The Lost Art of Keeping a Secret, de Queens of the Stone Age).

–        Y los ya mencionados: el bacalhau, el mirador, la amendôa amarga. Y que directamente, cuando entro en un bar, me pongan una de mis canciones favoritas: Feeling Good, de Muse.

¡Espero que volvamos a vernos! Y si no, ¡siempre quedará la foto couch, un básico de todo viaje que se precie!

 Como él ya se había ido a escalar…le dibujamos!

Algunas fotos de nuestra visita a Braga…

El famoso Santuario sobre la montaña

Typical Portuguese 

Una de las fuentes de Braga. La ciudad estaba llena de procesiones y símbolos religiosos en el Domingo de Ramos.

Muy mala calidad pero muy buenos recuerdos. Braga al fondo. 

Un espectáculo de Capoeira digno de ver. Estuvimos pasmadas una hora mirando sin parar 

Un altar al hedonismo en un noveno piso 

Próximo destino: Vietnam, Filipinas e Indonesia. Si alguien quiere compartir una tarde, un café o un sofá por esos lares…yo encantada!

Y si te ha gustado, compártelo, suscríbete, dale al Me Gusta…Esas cosas de Internet 🙂

M.

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Máster en Periodismo de Viajes – UAB

 

Buenas noticias. Llegó un email.

¡Y dice que tengo una plaza en el Máster en Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona para el curso 2013!

Es como una nueva aventura que aún no ha comenzado.

¿Lo mejor de todo? Estar presente cuando algunos de los viajeros más osados de la escena internacional nos hablen de sus viajes. Este año ya han tenido ponencias de almas viajeras en estado puro como Luis Pancorbo y Pepa Roma. A través de sus palabras estoy segura que voy a descubrir mucho mundo, historias y pensamientos que valgan la pena.

Mientras tanto… a esperar! Hasta febrero de 2013 no empieza el curso. Y si alguien está interesado en postular para este Máster, puede visitar su blog www.masterperiodismoviajes.wordpress.com o la bitácora de sus actuales alumnos www.kompaso-viajes.blogspot.com.es/

 

M.

 

 

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Demasiados viajes

Esta tarde me he perdido por Madrid en busca de un libro al parecer descatalogado y, quién sabe si por casualidad o por la brújula del subconsciente, he terminando en De Viaje, una de las librerías más apasionantes que tiene Madrid. ¿El porqué? Está enteramente dedicada al M-U-N-D-O con todas sus letras, y de sus estanterías asoman guías de todos los países y literatura que se refiere a ellos, no sólo en español, sino también con algún que otro guiño al inglés y al francés. ¿Sabes cuando la cabeza te da vueltas de tanta emoción, que no sabes ni por un momento dónde fijar la vista, qué pasillo tomar, cómo lograr recuperar la concentración y dirigirte a por un objetivo concreto? Sigo así, y hace horas que me marché.

En primer lugar quería informarme sobre los Balcanes: las guías de viaje en papel (y en Internet) que se refieren a las regiones de lo que fue en su tiempo la antigua Yugoslavia (Bosnia y Herzegovina, Serbia, Croacia, Macedonia, Montenegro y Eslovenia) dejan mucho que desear, no ya por la calidad de sus contenidos, sino porque apenas Lonely Planet le ha dedicado una guía común a todos estos países (exceptuando Croacia, que ya es un país turístico oficial) que es bastante liviana. Una de las ideas para este verano incierto (una de miles, todo hay que decirlo, creo que tengo un Máster en mundo de tanto investigar) era marcharme por allí, sin ruta fija, y dejarme llevar. Quién sabe. Todo ese aroma a post-comunismo me vuelve loca.

Pero después de toparme con las guías de muchos otros países he caído en la cuenta de que en realidad quiero estar en todas partes y en ninguna: que donde los aviones son caros me lo ahorro en comida, sí, que si soy una chica sola tanto tiempo por ahí, desprotegida, que si con qué dinero, que a qué voy y a qué vengo, que si África aún no se puede conquistar en solitario a no ser el Norte (y ni eso con todas los problemas de Libia, con las elecciones en Argelia en menos de un mes…), que si en Argentina es invierno y para qué irme corriendo de un invierno a otro… Todas las opciones tienen muchos pros, muchas contras, y toda despiertan en mí un interés casi obsesivo.

Por eso he decidido pasarme a la vía profesional (que en mi caso se llama el “comodín del público”) y preguntar directamente a uno de los Lords de De Viaje. Me consta que son gente viajada y que tiene absoluta pasión por su trabajo, aunque sea el simple hecho de recomendar y vender libros de viaje (me ofrezco voluntaria). El Lord en cuestión, a mi flecha “Dime un país para perderme”, me ha lanzado una mirada sagaz y ha respondido “Depende de para qué” Le he explicado mis intenciones. Me ha visto la cara de vagabunda y me ha soltado: “Sudeste, sudeste”. “Pero ya he estado”. “Pero es muy grande”, respondió. También ha mencionado brevemente los encantos de Guatemala, y ha tirado por tierra mi idea balcánica (se queda en el tintero para la próxima). Me encanta la gente que te habla de otro país como de la calle de al lado, como ese profesor que al hablarte de las carreteras de Colombia te decía «ygiréallíaladerechaenlaesquinaconloguaquiguaquichipúmyderepenteuncolombianomeapuntóconsurifleyparaquéqueremosmás”, todo a esa velocidad inaudita y sin quitarse el pinganillo de la radio de los oídos para no perderse ni un minuto de la historia y sorbiendo café con el instinto amenazador de un lince.

Pues este hombrecillo canoso era así: me decía de Guatemala que saliera de los paseos más convencionales y girase hacia el norte, y me metiera en la selva y la montaña (no sé en qué Guatemala ha estado él pero me consta que no es un país para recorrer sin preocuparse de nada) y soltaba nombres y más nombres de ciudades y esplendorosas ruinas perdidas a las que solo se accede por vía fluvial, con una emoción y unas ganas de contarlo infinitas.

He salido de allí sobrevolando la calle Serrano y con la nítida idea de cambiar (otra vez) mis planes para este verano. Quizá Sudeste, ¿por qué no? Aunque después de la decepción tailandesa creo que tengo que darle otra oportunidad. Y tengo un plus: compañía y de la buena en Filipinas.

Atardecer en Thai. Mosquitos bzz bzz. 

Vosotros, ¿qué opináis? ¿Alguna sugerencia de última hora antes que empiece a re-vacunarme de nuevo?

Inshallah  la inspiración llegue pronto.

Emocionada. Este libro fue el inicio de todo. 

Y para terminar bien el día…un fragmento de la película Adieu Philipinne, de Jacques Rozier.

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La magia de un viaje en tren

Subo en Porto Campanhã al tren con dirección Coímbra. Más de la mitad de los asientos están ocupados, pero pronto encuentro un hueco íntimo donde sentarme a pensar. Eso es lo que más me gusta de los trenes: tienen una capacidad casi mística de aislarnos de la realidad que nos rodea y dejar nuestra imaginación llevar. Me asalta un pensamiento: que acabo de llegar físicamente a Portugal, pero que mi mente, rápida viajera, lleva ya aquí mucho tiempo, soñándola, haciéndose un hueco y explorando este país desde fuera, sin participación de los sentidos, solo con la mente.

El tren arranca despacio, con un crujido, como si le costase desperezarse, y en pocos minutos se encuentra recorriendo de nuevo el mismo camino que ha surcado una y otra vez, como si ya formara parte del paisaje. Solo en el trayecto que lleva de Porto a Coímbra es posible captar la verdadera esencia portuguesa: la costa atlántica bajo un cielo rojo de fuego al esconderse en sol, los campos llenos de flores amarillas, los pueblos enclavados en las laderas, con ese aire de haberse quedado encajados en otra época, la ropa tendida agitada por el viento y, sobre todo, ese último vistazo a Porto, cuando el tren sobrevuela el río Douro y desde el aire vemos el puente de Dom Luíz naciendo de los dos costados de la ciudad, con sus casitas de colores tan cerca unas de otras que parecen un racimo de uvas de otoño. Esa hora que tarda el tren en llevarme hasta Coímbra se convierte en una burbuja de tiempo en la que no ocurre nada: nada más que la velocidad y el sol poniéndose, y el aroma del campo atravesando los cristales, y la vida fluyendo afuera.

Me preparo, como si se tratase de un ritual, para cada viaje en tren: no hay música, no hay palabras, no necesito entretenerme artificialmente. Solo necesito el paisaje y el mundo extendiéndose mucho más allá a través de la ventana. Y siento entonces el runrún de pensamientos que gotean poco a poco y se entremezclan creando formas abstractas como la fina llovizna que golpea contra el cristal mientras el tren entra en la ciudad de Coímbra. Veo, bajo una bóveda nacarada, la silueta de la Universidad en lo alto de la colina. Aún no he llegado y ya percibo mi propio abandono, ya sé cuál será la última imagen al marcharme, y cómo voy a recordarla. Y entonces salgo del vagón y me lanzo bajo la lluvia, a empaparme de realidad otra vez y de agua fresca, y también del aroma a crema y canela que inunda todo Portugal.

Bem-vindo.

M.

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Huelga general, manos vacías

Una ciudad lo es con todo lo que en ella habita, no es solo edificios ni tiendas ni monumentos, y Madrid fue ayer una huelga general. Bajábamos la calle desde Gran vía, para encontrarnos con los demás manifestantes en la Plaza de Cibeles, y el mismo panorama se repetía una y otra vez: comercios cerrados, algunos con el cierre a mano por si aparecen los piquetes, y uno tras otro, todos los escaparates tachados con pegatinas que rezan huelga general, huelga general, huelga general… Los turistas miraban un poco acongojados el panorama, ¿habrían visto ya los altercados-manipulados mediáticamente- de Barcelona, las luchas de los piquetes violentos, por la televisión?

Casualidades urbanas que crean imágenes preciosas

La calle Alcalá dos horas antes del inicio de la manifestación

La plaza de Cibeles estaba llena de manifestantes

Consignas por todos lados

Los suelos sucios. ¿Es esto Madrid-India?¿Madrid Katmandú? Anoche nadie recogió la basura y todo el centro de la capital se encuentra con los cubos llenos, y las calles cubiertas por un velo de papeles y colillas. ¿Será que valoramos poco a esos duendes verdes y amarillos fosforitos que por la noche se encargan de dejar la ciudad impoluta mientras todos los demás dormimos? Se siente en el ambiente que algo pasa. En la Plaza de Callao apenas hay gente, y a medida que subimos la Gran Vía nos vamos uniendo a una procesión de personas que se dirigen a un mismo lugar. Algunos portan símbolos políticos: banderas de la República y comunistas que destacan entre las banderillas de los Sindicatos, artífices y portavoces de la gran manifestación que llenó Madrid y otras muchas ciudades españolas ayer tarde. Me da igual qué dicen los medios: todos deforman a su favor la realidad. Si había 900.000 personas o 200.000 congregadas en la Plaza del Sol, médula de la cohesión social en Madrid, no es lo que me importa, sino cómo la ciudad se presta a sus ciudadanos como camino y escenario de las protestas contra los recortes públicos y la reforma laboral, y cómo se convierte en símbolo, en sí misma, de los eventos que en ella acontecen, como si fuera Madrid la protagonista principal, porque nos aúna a todos y se hace estrella de la noche, de España, junto a Barcelona como antihéroe de toda la película.

Se aprovecha la huelga para politizar a las masas

Los niños juegan con las pancartas…

…y las fuerzas de seguridad sonríen a los fotógrafos. Ellos también se sienten protagonistas.

Estuvimos hablando con Manuel, militante del Partido Comunista, y nos estuvo contando cómo empezó en el partido, cuando el PSOE aún se consideraba un partido de base marxista. Además nos contó sus ideas sobre Marx y la clase obrera, la religión…una charla más que interesante.

Pero me pasa una cosa: que no me emociona. No como lo hacían las manifestaciones Indignadas en Madrid, repletas de gente y símbolos que trascienden a lo político. Nadie era, el 15-M en Sol, de izquierdas ni de derechas ni de Moncloa ni de Carabanchel: éramos todos iguales frente a la opresión del sistema. Me hacía querer llorar, porque transmitía realmente esa necesidad de unirse todos y mirar a un mismo lugar.

Ayer Madrid era una huelga general, pero también muchas otras cosas. Se aprovechó para desenterrar odios que deberían haber prescrito hace cincuenta años, para catalogar a los manifestantes, para bailar al son de la musiquilla que animaba la plaza, para vender libros comunistas y convencer a nuevos militantes, para insinuar nuevas políticas, nuevos líderes nuevos lemas, para irse un día antes de vacaciones, para pintar paredes y quemar cubos de basura y coches.

Llegué allí convencida de todo, pero me marché con las manos vacías.

Todos aprovechamos el salir a la calle para protestar por lo que nos preocupa

¡Customización de banderas en directo!

Me encantan los carteles creativos y originales. De las manifestaciones (sobre todo de las del 15M) saldrán los publicistas del futuro.

Una bucólica 🙂 pareja en la plaza del Sol

También hay que descansar en días de huelga

Comisiones Obreras hasta en el cielo, una presencia permanente en la manifestación

M.

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Volver a casa, ¿a qué casa?

Desde que terminé mi Erasmus, hace apenas un año, cada vez que he pensado en Bruselas lo he hecho con una íntima conciencia de pertenencia. Conocía todos los caminos más cortos, dónde y a qué hora es posible encontrar aún Villo (o bicis amarillas que pueblan la ciudad), en qué bares encontrar un buen café (nada de ese café belga con leche de mentira, sino una buena Lait russe), qué días de la semana podía ir a mis mercadillos favoritos e incluso a qué hora iba a amanecer (seguramente porque siempre volvía a casa más o menos a esa hora). Y cuál ha sido mi desconcierto esta vez, que regreso con plena conciencia de estar redirigiéndome al hogar, y me doy cuenta de que Bruselas me ha repudiado, no mucho, solo un poquito, sólo con nuevos carteles, sólo con mis queridos homeless cambiándose de acera, solo con una nueva fachada de Sainte-Cathèrine cubierta por redes y su maravillosa plaza en obras, solo con esos detalles ínfimos- una nueva tienda en Antoine Dansaert, nuevas caras en la universidad, un nuevo grafiti, una nueva pegatina en mi antiguo telefonillo, en el que ya no aparece Paco&Marina, sino cualquier otro nombre impronunciable-.

Desde la Plaza de Moscú se ve la silueta de la Iglesia de Saint-Gilles, un barrio alucinante 

Bruselas, estos días, ha sido un lugar nuevo, y a la vez manoseado. Esa antigüedad floreciente no lo era más que en recuerdos borrosos y en adoquines que sobresalen del suelo y me hacen tropezar (como cualquier otro día). Y sin embargo he ido más allá, a la frontera misma, a barrios que no había imaginado nunca antes más que por un simple cartel en un mapita de colores, símbolos intachables que se han convertido en paisaje diario- el Atomium, el Pavillon Chinois, que de hecho nunca vi cuando vivía allí, el Palais Real, y otras turistideces que no parecían importar entonces. Me he obligado a ver la ciudad como un elemento nuevo en sí mismo. En los escasos minutos en los que he estado sola con ella hemos conversado, y no hemos encontrado en nuestro diálogo la complicidad de antaño, ese cálido abrigo que me prometía antes ahora ya no está.

Cada vez que vuelvo siento que algo se ha perdido de forma inexorable. Quizá porque ni Ixelles ni las inmediaciones de Laeken fueron mi hogar, quizá (y sobre todo) porque faltan las voces de aquellos con quienes compartí en su momento mi vida allí, y cada elemento urbano y bebible, y amaneceres y paseos rutinarios para hacer la compra, para hacer una vida normal en fin, a la que regresamos un poco a ciegas cada vez que tomamos un avión a “casa”. Esa casa que no es casa, o que no sé muy bien qué hacer con ella ni ella conmigo, más que tratar de seguir atrapándola y guardándome su esencia para no perder la conexión que nos une y que nos convierte a una y otra en complementos indiferenciables.

Cosas que son Bruselas y ya no están:

–        Sobre todo, vosotros, mi gente y familia extranjera.

–        Jonny en el Badulaque, con su “partner” y las Gordon cayendo una detrás de otra.

–        Francis Nolf.

–        Los zumo de naranjas mañaneros y el exprimidor siempre sucio.

–        El sol de Park que asomaba un día y nos hacía querer comernos Bruselas durante los cuatro siguientes.

–        Los paseos en Villo Anspach arriba, Anspach abajo.

–        Los Durum de pollo y frites a la salida de Fuse.

–        Las vuelta a casa los Crazy Tuesdays.

–        El pollo al limón de Miguel, a la cerveza del Comando Dansaert, al ajillo de nuestra casa.

–        La Acampada en la Plaza de Moscú donde todo parecía posible.

–        Y tantas otras cosas que me abstengo de contar, para no aburrir a los que no las han vivido pero que son únicas e irremplazables.

 Oh yes, this is Brussels!

La antigua familia 

Y la nueva Boysband… 

Me pregunto si cuando abandone Madrid, no dentro de mucho, y regrese mucho tiempo más tarde, sentiré también esa deslocalización, esa pérdida irrefrenable de mi propia identidad en tanto en cuanto la ciudad sigue su ritmo sin mí. Quizá haya un día en que no exista hogar posible y vague intermitentemente entre las ruinas de mis vidas anteriores.

M.

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De ciudades favoritas y otras mentiras sin importancia

Cada vez que visitamos un país, una ciudad, un pueblito, tenemos la necesidad de reorganizar nuestra escala de valores: ¿me gustó ésta más que la última? ¿Qué lugar ocupa cierto lugar en la lista de “inolvidables”? ¿Cuánto tiempo ha de permanecer su huella, u olvidaré cómo sabe pronto?

Después de haber estado en Cuba, me convertí en una fiel devota de la isla y de todo aquello que le pertenece. Me enamoré de su luz. Cuando volví de París, su recuerdo aún titilaba en mi imaginación, desbordándola, redescubriéndose en antiguas leyendas de los años de la Revolución y los viejos artistas de Montmatre que hace ya tanto que no están. Al regresar de Marruecos, decidí tatuarme para no olvidar nunca que también a allí pertenezco. Y de Rusia. Y de Praga. Y de tantos otros lugares que durante un tiempo (algunos más, otros apenas unos días) han ostentado con honor el título de “ciudad favorita”.

Pero se me olvida la más importante, voy a dejar de mentirles. Mi ciudad favorita es Madrid. Es mi amante, mi amiga, mi confidente, mi escenario perfecto, mi casa. Me lleva por sus calles como a rastras por una marea invisible, una fuerza de atracción innata, devolviéndome al lugar donde debo estar. Está llena de otros países (llena de franceses, belgas, e italianos), pero no lo suficiente para perder su razón de ser. No puedo elegir. Me tiene seducida por completo. Sigue leyendo

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No importa dónde, fuera del mundo

Esta afirmación, título a la vez de un poema de Baudelaire y de uno de los cuadros a mi modo de ver más interesantes de Chagall, me ha hecho pensar mucho desde que la escuché por primera vez en las Conferencias Marc Chagall del Museo Thyssen. Allí no iba a escuchar a nadie hablar sobre viajes, ni sobre países ni destinos. En estas conferencias solo se contemplaba la figura de Chagall, un pintor exuberante y súper prolífico en símbolos e ideas, pero aun así (quizá por propia deformación del concepto de viajar)en muchas de las palabras que Guillermo Solana pronunciaba, Yo escuchaba el hilo conductor que nunca me suelta y que une vida y viaje de forma irreversible, asi como todos los elementos que a ella pertenecen. Sin duda fueron éstas palabras, en toda la conferencia,  las que más me llamaron la atención, sobre todo al ir acompañadas de un cuadro como éste:

Un ¿autorretrato? de Marc Chagall. Quién sabe.

“No importa dónde, fuera del mundo” es una frase que me transmite multitud de sensaciones. La primera de ellas es agobio, una sensación de encierro y necesidad de huir. Pero si se profundiza más, y abrimos la mente, nos damos cuenta de que también tiene una connotación fuertemente positiva, que se traduce en el hambre de verlo todo, saberlo todo y conocerlo todo. Saliendo de ese “mundo” que nos es propio, de la rutina de lo diario, podemos llegar a donde más nos apetezca, a  cualquier lugar, arribar a cualquier costa o concluir cualquier idea. Romper con lo dado por hecho, empezar de cero, tábula rasa. Supongo que cada vez que alguien escribe algo, lo que sea, lanza al aire un mensaje que, dependiendo del punto de vista, se puede interpretar de diferentes maneras. Baudelaire seguramente no se planteó siquiera ninguna de las ideas que a mí me nacen escuchando sus palabras, y cualquiera de vosotros puede llegar a otras conclusiones, estar de acuerdo o no, o simplemente no sentir nada acerca de ellas.

¿Qué pensáis?

N’importe où hors du monde.

Happy weekend

M.

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Voces dormidas

He de confesar una debilidad: los cuadernos de viaje. Quienes me conocen mínimamente, y han viajado conmigo alrededor del mundo, saben que para mí cada cuaderno es no sólo un montón de páginas que al principio viajan vacías, esperando rellenarse, sino también un compañero más al que cuido y valoro a veces de una forma algo obsesiva. Pero, ¿qué esconden estos cuadernos? ¿De dónde proviene ese impulso casi mágico por relatar cada una de las cosas que nos ocurren cuando viajamos e incluso cuando estamos en casa? Sigue leyendo

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